jueves, 24 de marzo de 2011

En medio de las tormentas

¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová y apóyese en su Dios. Isaias 50:10
En medio de las fieras tormentas, lo único que podemos hacer es colocar la nave en cierta posición y mantenerla allí.
Esto es lo que debemo hacer, cristianos. A veces, como Pablo, no verás el sol ni las estrellas y una tempestad no pequeña te azotará.En un momento así sólo puedes hacer una cosa, sólo tienes una vía de escape, La razón no te ayudará. Las experiencias del pasado no te darán luz. Aun la operación no logrará consolarte. Una sola cosa te queda por hacer. Coloca el alma en una posición y manténla allí. Debes permanecer en el Señor y venga lo que venga, vientos, olas, marejadas, truenos, relánpagos, arrecifes amenazantes, debes amarrarte a tu timón y afirmarte en la confianza en la fidelidad de Dios, en el compromiso que Él ha pactado, en su eterno amor en Jesucristo.
¿Qué importa que el viento que sopla venga del este o del oeste?
¿Qué importa cómo venga la marea si flujo o reflujo me es igual?
Ni la calma veraniega ni el ciclón invernal impiden que siga mi camino; con constancia avanzo con rumbo al puerto que no lejos debe estar. Recuerdo los días angustiosos de antaño en que cuando sin movimiento debía quedar o cuando las olas terribles me azotaban, cambiaba el rumbo sin saber por qué. Temía la calma, tamía el ciclón, presentía peligros, demoraba el viaje, olvidaba que ante todo debía zarpar para llegar al puerto, que lejos estaba, No mido la pérdida ni lamento lo gastado a través de los años de duda soportados. Conservo frescos en la memoria los recuerdos de los años en que Dios me sostuvo por misericordia.
MADRE

PROVERBIOS 31:20-25:29

La joven madre puso su pie en el sendero de la vida.

-¿Es largo el camino?- preguntó.
Su guía le contestó:
-Sí, y el camino es arduo. Te envejecerás antes de llegar a su final. Pero el final será mejor que el principio.
Pero la joven madre estaba feliz y pensaba que nada podía ser mejor que el tiempo que estaba viviendo. Por eso, se puso a jugar con sus hijos, a recoger flores para ellos a lo largo del camino, y los bañó en los arroyos cristalinos; el sol brilló sobre ellos, la vida era buena y la joven madre gritó:
-Nada podrá superar la hermosura de esto.
Llegó la noche, y la tormenta, el sendero se oscureció y los niños temblaron de frío. La madre los allegó a su seno , y los cubrió con una manta. Los niños dijeron:
-Mamita , no tenemos miedo porque tú estás con nosotros, y nada nos puede dañar.
La madre dijo:
-Esto es mejor que la luz brillante del día, porque he infundido valor a mis hijos.
Llegó la mañana, y vieron una montaña por delante. Los niños subían y el cansancio los vencía, pero la madre, aunque cansada, les decía siempre:
-Tengamos un poco de paciencia y llegaremos.
Llegaron a la cumbre y allí dijeron:
-Sin tí jamás hubiéramos llegado, mamá.
Aquella noche la madre, acostada, miró las estrellas y dijo:
-Este día es mejor que el anterior, porque mis hijos han aprendido a enfrentar las asperezas de la vida con entereza. Ayer les dí coraje, hoy les he dado fortaleza.
El día siguiente trajo extrañas nubes sobre la tierra, que la cubrieron de tinieblas, Eran las nubes de la guerra, del odio y del mal.
Los hijos caminaron a tientas y tropezaron, La madre les dijo:
-Miren hacia arriba. Levanten la vista hacia la luz.
Y ellos miraron y vieron por sobre las nubes una Gloria eterna que los dirigió y los llevó más allá de las tinieblas. aquella noche la madre dijo:
-Éste es el mejor de todos los días porque he conducido a mis hijos al conocimiento de Dios.



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